domingo, 18 de maio de 2008

A La busca de extraterrestres

Munida de radiotelescópios y ordenadores, la NASA se prepara para oír señales de civilizaciones extraterrestres. Boxes: origen de la Tierra y de la vida. La bandera de nuestro planeta y el posicionamento de la Iglesia en relación a la existencia de vida fuera de la Tierra.

Va a comenzar de más amplia búsqueda de inteligencia fuera de la Tierra. Con radiotelescópios y ordenadores, a Nasa se prepara para oír señales de otros planetas.
Por Martha San Juan Francia, con Kátia Cero, en Washington
Como hacía regularmente, había cinco años, el operador de plantão en el observatorio astronômico de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, pasó en aquella mañana de agosto de 1977 para recoger las decenas de metros de papel impreso por el ordenador acoplado al radiotelescópio de 53 metros. Siempre había, en esos papeles, miles de números - señal de que el radiotelescópio hube captado sólo las caóticas radioemissões producidas por estrellas, pulses, quasares y demasiado cuerpos celestes naturales. En aquella mañana de agosto, sin embargo, cuatro letras se destacaban tan nítidamente entre los miles de números impresos que el operador, entusiasmado, anotó al lado: Wow!
ES el correspondiente, en inglés, a nuestro uau! y lo espanto del operador era justificado: en la programação que alimenta el ordenador conectado al radiotelescópio, letras significan la recepción de un mensaje coerente, que jamás podría ser producida por los cuerpos naturales del Universo. Era exactamente como imaginábamos una emisión de origen inteligente, acordó para SUPERINTERESSANTE el astrónomo Robert Dixon , coordinador del proyecto de radioescuta de la Universidad de Ohio. Inmediatamente el radiotelescópio fue colocado a operar en la misma frecuencia en que había captado las señales decodificados en letras, pero las señales coerentes no se repitieron.
Transcurrido doce años, Dixon, que continua como un estóico sacerdote, siempre a la míngua de presupuestos y voluntarios, a tocar su proyecto de escucha del Universo, a la busca de inteligencia fuera de la Tierra, comenta el incidente que pasó para la historia con el nombre del grande Wow. Estoy convencido de que hay otras civilizaciones en el Universo. Pero tal vez nunca sepamos si las señales que captamos eran de alguna de ellas. Como Robert Dixon, algunos centenares de científicos dispersos por países como la Unión Soviética, Inglaterra, Australia, Francia o Canadá, además de Estados Unidos, naturalmente, intentan probar que la Tierra no es el único punto del Cosmo habitado por vida inteligente. Desde 1960 ellos esquadrinham el cielo del hemisferio norte (solamente el próximo año astrónomos argentinos entrenados en Estados Unidos comenzarán a investigar en el hemisferio sur). Fueron más de 450 mil horas de escucha, lo que corresponde a 18.770 días, o 51 años de trabajo ininterrupto.
Muchas veces aparecieron letras en lugar de números, es verdad. En marzo, de 1967, los astrónomos Jocelyn Bell y Anthony Hewish, de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, medían la cintilação de un quasar - distante cuerpo celeste que emite poderosíssimas radiações - cuando comenzaron a recibir señales ritmados. La reacción, inevitable, fue imaginar que eran extraterrestres llamando, y la fuente de radiação llegó a ser bautizada LGM, iniciales de little green men, alusión a la viejas historias de ficción científica que describían los marcianos como homenzinhos verdes. Pero no tardou que la alegría se esvaísse - se descubrió que las radiações venían de un pulsar, una estrella de rotação ultra-rápida que emite señales tan rigurosamente sincronizados que por ellos se aciertan los más preciosos relojes de la Tierra.
Bell y Hewish por lo menos quedaron con la gloria de haber hecho la primera observación de un pulsar. Ni todos tuvieron esa suerte. Hace ocho años la astrónoma americana Jill Tarter, que trabaja para la NASA, captó señales extrañas durante cinco días seguidos, en el radiotelescópio de Arecibo, en Puerto Rico. Quedamos entusiasmados, cuenta ella. Parecía que alguna cosa estaba aconteciendo. Para decepción general, se descubrió que todos los días, a la 20 horas, cuando la estrella, para la cual el radiotelescópio estaba apuntado, aparecía en el cielo, cambiaba el turno de los vigilas del observatorio y la primera providencia del que salía era conectar el transceptor de radio de su automóvil en la franja de ciudadano.
En el grande Wow!, sin embargo, nada de eso aconteció. Durante semanas y meses, se buscaron radiorreceptores, estaciones locales, aviones civiles y militares, mismo satélites artificiales - ningún artefacto humano fue localizado como posible emisor de aquellas letras fantásticas. Pero nadie desanimou a causa de eso. Pacientemente, los astrónomos continuaron a oír el cielo. En 1992 ellos recibirán una ayuda poderosa: ese año, si no sufrir nuevos cortes de presupuestos, la NASA colocará en acción en California, en el Ames Research Center, en San Jose, y en el Jet Propulsion Laboratory, en Pasadena, cerca de Los Angeles, el más poderoso programa de escucha celeste ya soñado.
En todos esos lugares, los científicos tienen la misma esperanza: si existieran seas inteligentes en otros planetas - y por todo lo que se conoce de la evolución de la vida en la Tierra hay razones para suponer que ella pueda haber ocurrido en otros puntos del Universo -, tales seres acabarán por entrar en
contacto. Puede ser de manera involuntária, como tal vez venga a acontecer con las transmisiones de TELES y radar de la Tierra que siguen incesantemente para el espacio y, en tesis, un día serán captadas por eventuales habitantes. O puede ser por medio de un mensaje deliberado en una frecuencia capaz de ser identificada en cualquier canto del Universo.
La fecha de 1992 para iniciar el proyecto SETI (Search sea Extraterrestrial Intelligence) de la NASA no fue escogido al acaso. A su manera, la agencia espacial americana pretende homenajear el navegador genovês Cristóvão Colombo, que, exactos quinientos años antes, abrió camino al descubrimiento de nuevas civilizaciones al poner los pies en América. En su oficina en el Ames Research Center, una de las directoras del programa, la astrónoma Jill Tarter, una simpática loira de 44 años, modos decididos y habla blanda, informó la SUPERINTERESSANTE que la NASA gastará 2,5 millones de dólares en el proyecto - una insignificância cerca de los 600 millones que costó el lanzamiento del autobús espacial Discovery el año pasado. Aun así, ese dinero permitirá que durante diez años sean examinadas más emisiones de radio interestelares del que el total estudiado por todos los proyectos hasta este año.
Ni los astrónomos de la NASA ni los de otras instituciones dedicadas al SETI tienen intención de enviar sondas espaciales a otros planetas; de la misma forma, no esperan recibir visitas del espacio - a pesar de todo aquello que dicen los cazadores de OVNIs, los objetos voadores no identificados que, según la imaginação popular, acostumbran visitar la Tierra y desaparecer sin dejar vestigios (SUPERINTERESSANTE nº 1, año 2). Como resume Jill Tarter, no existen pruebas de la existencia de discos voadores.
Si un contacto personal con los extraterrestres es una posibilidad extremadamente remota, raciocinam los científicos, nada impide que - si ellos existan - envíen señales de vida. El hombre aprendió hace por lo menos 32 años, cuando captó por primera vez las señales del satélite soviético Sputnik, que grandes antenas parabólicas dotadas de receptores sensibles pueden detectar emisiones artificiales de radio venidas del espacio - se sean apuntadas para la dirección correcta, en la hora correcta y sintonizadas en la frecuencia correcta. Un astrónomo de mucha suerte, o dedicado a un trabajo paciente y sistemático durante años, podría distinguir esas señales. Serían una especie de música harmônica en medio a la dissonância de los ruidos del espacio. En términos de ficción, equivaldrían a la secuencia de notas que el cineasta Steven Spielberg inventó como mensaje de los extraterrestres en la película Contactos Inmediatos del tercer Grado, de 1977.
El proyecto SETI multiplicará enormemente las oportunidades de oírse señales en el espacio. Para eso, dispondrá de un MCSA, sigla en inglés de Analisador Espectral Multicanal, acoplado a un supercomputador. Conectado a la antena de un radiotelescópio como lo de Arecibo, en Puerto Rico, de 305 metros de diâmetro, el MCSA es capaz de analizar a la vez el equivalente a 10 millones de emisoras de radio espaciales, identificando automáticamente cualquier transmisión de señales coerentes. Tan selectivo es el sistema que, si fuera un aparato de radio común, podría, entre los millones de estaciones sintonizadas, ignorar por ejemplo las que estuvieran transmitiendo rock y registrar sólo música clásica. Con la tecnología disponible hace cinco años, eso no sería posible, explica Jill Tarter, del Ames. Ahora podemos hasta escoger entre varios modelos de equipamientos.
La NASA va a prestar atención en la largura de onda de 18 centímetros, correspondiente a la franja de radio en torno a 1.666 megahertz. Esta es la frecuencia emitida por la molécula de hidroxila (OH), formada de oxígeno y hidrogênio resultantes de la decomposição del agua. Cada vez que una de esas incontáveis moléculas se mueve - y eso ocurre a todo instante en todos los cantos del Universo -, libera una ínfima cantidad de energía captada gracias a la sensibilidad de los radiotelescópios, aún a miles de años-luz de distancia.
Según los científicos, seres extraterrestres inteligentes, cuya vida dependa de la existencia del agua en su ambiente y en sus organismos, usarían aquella frecuencia como marca registrada de una forma de materia que les es familiar y que, presumivelmente, sería esencial a la vida también en otros planetas. Así, si tales ETs de hecho existan, transmitirían mensajes en esa franja, en la expectativa de que otras civilizaciones en la escucha irían sintonizá-la. Con base en esa hipótesis, la franja de frecuencia de los 1.666 megahertz es llamada por los astrónomos americanos waterhole, algo como pozo de agua, porque los extraterrestres se aglomerariam alrededor de ella hecho animales silvestres alrededor de un pozo.
Como en general esa franja de frecuencia es razonablemente descongestionada, es usada esporádicamente en el rastreamento de satélites artificiales. Pero los próximos años ella podrá estar atulhada de señales, alerta Jill Tarter. Entonces será más difícil oír mensajes del espacio. Sin embargo, la gran cuestión es otra: como distinguir entre los ruidos captados por los radiotelescópios alguna cosa que pueda ser interpretada sin error como un mensaje del tipo alô, alguien ahí?, venida de algún planeta cuya dirección cósmico es incierto y no sabido. Por esa razón, Jill Tarter compara su trabajo al de un detective. Tenemos que ser extremadamente cautelosos, comenta ella. Si captáramos alguna señal sospechosa, eso necesitaría ante todo ser confirmado por otros radiotelescópios de varias partes del mundo. Sólo entonces anunciaríamos el descubrimiento.
ES fácil imaginar lo que acontecería entonces - y errar. Pues, de hecho, además de la previsible comoção mundial, todo continuaría como antes. Finalmente, localizar un mensaje es una cosa; decifrá-la es otra completamente diferente y muchísimo más trabalhosa. Pueden pasar decenas de años antes que el hombre entienda lo que sus supuestos interlocutores extraterrestres tenían a decir. Por eso no es de extrañar que científicos como el astrónomo americano Frank Drake, uno de los pioneros en la búsqueda de extraterrestres, hasta sospechen que ellos ya hicieron contacto con la Tierra, pero las señales no fueron llevados en consideración. Para Drake, es muy posible que las señales tenidas como alarma falsa en el pasado fueran realmente emitidos por ETs. En abril de 1960, por ejemplo, él examinó las estrellas Epsilon Eridani y Tau Ceti, respectivamente a 11 y 12 años-luz de la Tierra. Drake denominó esa experiencia de Proyecto Ozma, en alusión al distante reino de Oz de la historia del americano Frank Baum.
Una vez, Drake captó señales extrañas que hoy cree hayan sido producidos en la propia Tierra. El recuerdo lo marcó: Durante algún tiempo fui tomado de una inmensa euforia. Era cómo se algo muy importante estuviera aconteciendo, algo que cambiaría completamente la calidad de vida en la Tierra. Por lo menos en parte, su palpite estaba correcto. Hace dos años un grupo de astrónomos canadienses descubrió fuertes evidencias de que la estrella Epsílon Eridani posee por lo menos un planeta tan grande cuánto el colossal Júpiter.
De hecho, buena parte del problema de la existencia de planetas fuera del sistema solar está no sólo en los equipamientos disponibles en la Tierra para localizarlos pero también en la poca visibilidad proporcionada por la atmósfera. Así, si estuvieran en Epsílon Eridani, en un planeta semejante a nuestro, los más modernos instrumentos de observación fabricados en la Tierra, aun así dali ellos no consiguieron registrar la presencia de Júpiter. Por eso, ya el tiempo del Proyecto Ozma se desconfiaba, pero no se tenía ninguna evidencia, de que existían planetas fuera del sistema solar. Ahora por lo menos se fotografió un sistema planetário en formación en la estrella Beta Pictoris, a 50 años-luz de la Tierra.
Funciona en la Universidad de Harvard, en Massachusetts, el mayor programa continuo de búsqueda de extraterrestres. Se trata del META (sigla de Megachannel Extraterrestrial Assay) o Análisis Megacanal Extraterrestre), financiado por la Sociedad Planetária, entidad particular presidida por el conocido astrónomo y divulgador científico americano Carl Sagan, que visa apoyar programas de explotación en el espacio. Lo META tiene la capacidad de acompañar 8 millones de emisiones de radio a la vez. Cuenta Thomas McDonough, coordinador del programa junto a la Sociedad Planetária, que, cuando fue creada, en 1985, era capaz de acompañar solamente 131 mil emisiones. Fue el cineasta Steven Spielberg quién donó el dinero que faltaba para ampliar el sistema, acuerda McDonough.
Si una civilización extraterrestre estuviera intentando establecer algún tipo de comunicación, en que dirección seguiría el mensaje? En ese tipo de correspondencia se puede decir que el destinatário es quien queda a la busca del remetente - y no sabe donde encontrarlo. Hay algunas pistas, pero ningún indicio seguro. Una manera sería esquadrinhar rápidamente todo el cielo en búsqueda de señales. Otra, más tardada, buscaría contacto directamente con los blancos más promissores.
La NASA pretende usar grandes radiotelescópios, como el ya citado de Arecibo, para pasar un pente fino por cerca de mil estrellas parecidas con el Sol, catalogadas por la Unión Astronômica Internacional, y por lo tanto candidatas en potencia a poseer sistemas planetários. En la escala del Universo eso es menos que una insignificância: corresponde la décima parte de 1 por ciento del espacio conocido. De su lado, para completar la investigación, el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena pretende usar el pente grosso, haciendo una varredura total del cielo con los mismos radiotelescópios usados normalmente en el rastreamento de las sondas espaciales. Según el astrónomo Michael Klein, encargado de esa parte del proyecto, en siete años tendremos dato un paseo completo por el cielo a la busca de señales extraterrestres.
Me las ni todo en esa investigación será hecho en Estados Unidos. Desde el comienzo del año, astrónomos argentinos están aprendiendo cómo funciona lo META, en la Universidad de Harvard. Ellos pretenden usar el radiotelescópio de 40 metros de diâmetro, instalado en Vila Elisa, a 40 kilómetros de Buenos Aires, para sintonizar estrellas parecidas con el Sol, cuya la radiação sólo puede ser captada en el hemisferio sur. Brasil, sin embargo, no va a usar en ese proyecto la antena de 13,7 metros de diâmetro del radio-observatorio del INPE, en Atibaia, São Paulo.
Aunque pueda ser sintonizada en la frecuencia de 1.666 megahertz, aquella del pozo de agua, la antena del INPE no tiene la misma sensibilidad de los receptores mayores. Aun así ya sirvió para la búsqueda de señales extraterrestres. Hace dos años, el astrónomo William Vilas-Buenas captó ondas de radio venidas de una de las estrellas de la constelación de Fornax, a 20 años-luz de la Tierra. Con el auxílio del radar de la Aeronáutica de la Barrera del Infierno, en Natal, las emisiones fueron retransmitidas en octubre pasado para el punto de origen, como quién dice mensaje recibido.
Como las señales de radio viajan a la velocidad de la luz, sólo en 2008, o sea, veinte años después, los eventuales habitantes de un eventual planeta alrededor de una estrella de la constelación de Fornax estarán recibiendo las señales retransmitidos por el astrónomo brasileño. Esa, de hecho, es una de las ironias de la comunicación en escala cósmica. Tómese, por ejemplo, el caso de la TELE, que los astrónomos consideran el más potente transmisor de la Tierra. Va a tardar aún algún tiempo hasta que los habitantes de un planeta distante puedan asistir al programa Noticias de la Tierra, transmitido el día 26 de diciembre último por la red americana ABC especialmente para ETs, pero que también pudo ser visto en Estados Unidos.
De momento, si existieran extraterrestres, digamos, en algún planeta en la órbita de la estrella Gamma Cephei, a 48 años-luz de distancia, sólo en 1984 ellos recibirían las primeras señales de TELES originários de la Tierra emitidos en 1936. No fue un buen programa. Muestra el dictador nazi Adolf Hitler discursando en la apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín, tres años antes de comenzar la carnificina récord de la Segunda Guerra Mundial.
No es sin ton ni son que los astrónomos terrestres prefieren oír a ser oídos. No pretendemos transmitir ningún mensaje, informa Michael Klein, el risonho y comunicativo jefe del proyecto de la NASA en Pasadena. Creo que es más sensato ser cuidadoso. La mejor política es oír antes de comenzar a gritar en la selva. A pesar de esa actitud, la NASA no resistió a la idea de mandar un recado al espacio. Como se sabe, las sondas espaciales Pioneer 10 y 11, lanzadas en 1971 y 1972, llevaron en el equipaje placas de alumínio anodizado con el dibujo de un hombre y de una mujer desnudos, un diagrama del sistema solar con las distancias relativas de los planetas, además de informaciones sobre el átomo de hidrogênio (SUPERINTERESSANTE nº 17, año 3).
En 1977, los astrónomos Carl Sagan y Frank Drake tuvieron la idea de colocar en las naves Voyager 1 y 2, que serían lanzadas aquel año, un disco-mensaje con informaciones científicas, músicas y saudações en casi todas las lenguas habladas en la Tierra, además de sonidos de animales. Antes de eso, a 16 de noviembre de 1974, fue emitida por el radiotelescópio de Arecibo la primera y aún única mensaje radiofônica destinada la extraterrestres.
Traducida, el mensaje codificada en sistema binário resulta en una figura con la especificação de los elementos químicos de los seres vivos, el número de habitantes del planeta y su apariencia. El mensaje avisa donde quedan la Tierra y el radiotelescópio que hizo la transmisión. Ella fue dirigida a la constelación de Hércules, tal vez por ser de más poblada de estrellas de la Vía Láctea. Si hubiera alguien a la escucha allí, infelizmente recibirá la correspondencia con una correcta tarda - 25 mil años, exactamente.
Esas dificultades muestran que a busca es difícil. Pero no llegamos la desanimar, comenta el químico Cyril Ponnamperuma, de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, que assessorou los experimentos de la sonda Viking, destinados a identificar moléculas orgánicas en el planeta Marte. La Viking no descubrió vestigios de vida en el suelo marciano, pero ni por eso se descartó la posibilidad de que ella haya existido en un pasado muy distante. En el que se refiere al SETI, insiste Ponnamperuma, comenzamos hace poco tiempo y las distancias son inmensas. Pero soy optimista.
ES bueno que sea. Pues, además de esos obstáculos, hay el problema adicional de la sincronia - es preciso que el mensaje recibido por la Tierra proceda de un planeta cuyos habitantes estén más o menos en pie de igualdad con nosotros en cuestión de tecnología, eso para no hablar en otras dimensiones de la civilización como el grado de desarrollo social y político, sin lo que el diálogo quedaría tal vez imposible. Y todo tiene que ocurrir en tiempos compatíveis para nosotros y para ellos. Según el celebrado escritor de ficción científica Isaac Asimov, eso ya es incentivo suficiente para buscarlos. Pues, como observa de su lado el astrónomo húngaro Christophe Kotanyi, actualmente en el INPE, en la base de todo están las eternas indagações del hombre - lo que somos, de donde vinimos y para donde vamos.
Para saber más:
Y la nave viene
(SUPER número 1, año 2)
La orden es contacto inmediato
(SUPER número 5, año 10)
Pero es decir que es ET?
(SUPER número 10, año 10)
Boxes del reportaje
Querido símbolo de la Tierra
Un Sol amarillo, un inmenso balón azul representando la Tierra y otra más pequeña, blanca, para la Luna. Así es la bandera que el astrónomo americano Robert Dixon, de la Universidad de Ohio, y uno de los más respetados investigadores de señales extraterrestres, usó para simbolizar el planeta Tierra. Dixon aprovechó la idea de un agricultor del Estado americano de Illinois, llamado James Cadle, que creó la bandera como emblema de una acción que representara la humanidad como uno todo. Ahora ella sirve para informar que la Tierra está a la espera de señales de otras civilizaciones: puede ser encontrada tanto en las oficinas del proyecto SETI, de la NASA, en California, como en el Instituto Argentino de Radioastronomia, cerca de Buenos Aires, y aún en el observatorio de Zelenchukskaya, en el Cáucaso, Unión Soviética, donde está localizado el mayor telescopio ótico del mundo.
ES un final noble para una historia que comenzó apenas. Antes de la primera misión tripulada a la Luna, en 1969, un grupo de científicos americanos propuso el hasteamento allí de una bandera que representara toda la humanidad - para decir que los avances científicos que permitieron a era de los viajes espaciales pertenecían al mundo entero y no a ese o a aquel país. La idea no fue acepta y la bandera americana está clavada hasta hoy en la Luna.
Nihil obstat
En el principio, Dios creó el cielo y la tierra, comienza la Bíblia. Más adelante está escrito: Dije también Dios: ‘Hagamos el hombre nuestra imagen, conforme nuestra semejanza; domine él sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los animales domésticos, sobre toda la Tierra y sobre la Tierra'. Leídos al pie de la letra, esos textos podrían inducir los cristianos a negar la hipótesis de vida inteligente fuera de la Tierra. Pero no es eso que acontece. La existencia de vida en otros planetas sería uno más la prueba de la acción de Dios, afirma el reverendo Silas Pereira Barbosa, pastor de la Iglesia Metodista en Brasil.
De su lado, el obispo católico Angélico Sândalo Bernardino es taxativo: Jamás la Iglesia dije que la vida sólo existe en la Tierra. Pero la Iglesia tampoco dice el contrario. Según el teólogo Benjamin de Souza Neto, de la Orden de los Beneditinos, Vaticano no tiene posición oficial sobre el asunto. Para él, la creencia en Dios parte de la premissa de que toda forma de vida es obra suya. En esos términos, la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra es una hipótesis aceptable, raciocina. Será preciso sólo analizar el carácter de la mediación a la formas de vida extra-humanas.
Rastros de vida
Hay cerca de 4,6 bilhões de años la Tierra se formó a partir de la condensação de gases y poeira interestelares. Fantásticas descargas eléctricas y la luz ultravioleta del Sol separaron las moléculas simples, ricas en hidrogênio, existentes en la atmósfera primitiva, en fragmentos que se recombinaram formando moléculas cada vez más complejas. De esa primitiva sopa orgánica surgió una molécula capaz de hacer copias de sí misma, dando inicio al proceso de la vida. Teóricamente ese proceso puede tenerse repetido en otros lugares, pues todo el Universo es formado por los mismos elementos.
Fueron descubiertas substancias orgánicas en enormes nebulosas. La sonda espacial Giotto, que pasó cerca del cometa de Halley hace tres años, constató estar él cubierto por una capa negra, compuesta entre otras cosas de carbono, uno de los elementos esenciales a la vida. Hay aún científicos que especulan con la hipótesis de que la vida haya llegado a la Tierra a bordo de cometas o meteoros. También es posible que en otros rincones del Universo moléculas semejantes a la proteínas y ácidos nucléicos que originaron la vida en la Tierra hayan se combinado formando organismos diferentes.
En eso cree la astrónoma Jill Tarter, del proyecto SETI, de la NASA. Ella supone que en algún lugar esos organismos evolucionaron hasta formar seres inteligentes- un proceso que, según el astrónomo Carl Sagan, podría ocurrir en medio millón de planetas, sólo en la Vía Láctea. Como serían esos seres? Los que estamos buscando tendrían algún tipo de mano para manusear equipamientos, una cabeza y un rabo para moverse, imagina Jill. Además de un sistema nervioso que los capacite a analizar el ambiente y a comunicarse.

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